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Writer's pictureDai Camargo

Amarse y cuidarse: Un sendero sin final

Existen verdades que caen como balde de agua fría. Cuando no hemos aprendido a amarnos, a cuidarnos y a sentirnos merecedores de ese amor por el hecho de ser y existir, la vida nos invita o empuja a volver a nuestras bases, a transitar ese sendero de aprendizaje que es abierto como la vida misma, sin conclusión o resolución final; un camino de no acabar.


“Necesitas aprender a amarte, a cuidarte” me decía mi terapeuta allá por el 2019. En ese momento me parecía algo tan ajeno, tan abstracto y misterioso ¿Qué significaba eso? ¿Cómo rayos se hacía? Hasta ese momento creía que todo eso tenía que venir de otro (llámese familia, amigos, pareja) ¿pero de mí? ¡Qué va!


Dentro de mi caminar, para variar, algo muy doloroso sucedió con una profesora de colegio a mis 14 años, llevándome a instalar la idea de que el amor se obtenía con sudor y esfuerzo, merecerlo por el hecho de ser y existir, jamás.


En mi historia, como posiblemente en muchas otras que hoy hagan eco en este testimonio, ese esfuerzo se tradujo en buscar el agrado y la aprobación de los demás. Ocupar el lugar de “la chica buena, aplicada y bien portada” me salía con soltura y “facilidad”. Construí, sudando la gota gorda, una imagen de perfección basada en lo que supuestamente se esperaba de mi y así, a costa de mí misma, pude obtener reconocimiento en el colegio, en la Universidad, en la escuela de danza y un largo etcétera. En lo externo brillaba cual sol de verano, me tomó tiempo reconocer que dentro mío helaba y llovía a cántaros.


La terapia puede llegar a ser un espacio que nos facilite el ver, reconocer, cuestionar e incluso re aprender. Fue ahí donde para mí cayeron muchos velos que me impedían verme y asumir “mis” heridas y dolores con honestidad. Eso si, es en la cancha de la vida, en las experiencias del día a día, que uno además de hacer carne esos aprendizajes, puede apreciar no solo lo que falta por aprender, sino también reconocer los recursos que sin lugar a dudas ya existen dentro de uno.


Al principio es natural y parte del proceso el que lleguemos a pelearnos con partes de nuestra historia. Yo renegué y me juzgué mucho por todo lo que había hecho “en contra mía” y de alguna manera lo quise quise resolver yéndome para el otro extremo: peleándome y dejando de lado las formas que me habían sostenido hasta ese momento. Porque sí, así como querer agradar me había llevado a olvidarme de mi misma, también fue algo que en su momento me permitió “seguir y sobrevivir”.


La vida es pura paradoja. Las estrategias que empleamos inconscientemente - es decir sin elección premeditada y consciente - y así poder adaptarnos tienen su lado luminoso, son formas muy rudimentarias a las que el cuerpo accede como forma de recibir amor, buscando cuidarnos y proveernos aquello que resulta FUNDAMENTAL para el ser humano: la pertenencia y la conexión. En la complacencia, en la hipervigilancia, en el victimismo, en el negar y no escuchar nuestra necesidades, en el buscar aprobación y muchas otras formas más reposa también esta necesidad.

Como bien señala el Dr. Gabor Maté, una de los mayores referentes en Trauma, “hemos aprendido a sacrificar nuestra autenticidad -nuestra conexión con nuestro cuerpo, nuestras necesidades, con el momento presente- para sobrevivir, para sentir proximidad, ser cuidados, vistos, reconocidos”, en pocas palabras para sentirnos amados.


Claramente estas formas no las tenemos porque seguir sosteniendo, podemos desaprender y reaprender formas que nos permitan vivir una vida más plena y auténtica. Hoy que miro en retrospectiva, que sigo andando ese camino de amigarme con partes de esa versión más rígida y esforzada, puedo ver todo lo que me permitió conseguir y sostener.


Amarse es también reconciliarse con la propia historia, con aquello que uno hace sin querer, sin saber. Al hacerlo se suavizan nuestros pasos, somos capaces de recolectar sabiduría ahí donde capaz veíamos porquería.

Madurar nos invita a incluir en lugar de excluir.


El acto de amarse y cuidarse es taaaaaan particular y variado para cada persona. Para algunos puede tener que ver, por ejemplo, con darse un espacio de silencio o de escritura 5 minutos al día, para otro un espacio de absoluta descarga y reconexion puede ser jugar en campeonatos de fútbol, prepararse una rica comida, salir a comer con un ser querido, darse una ducha fría y/o asistir al coro.


Amarse y cuidarse, volver a las bases, es un camino de no acabar. Uno aprende a reconocer y atender las propias necesidades, eso que nos hace íntegramente bien y que solo uno mismo se puede proveer. Cualquiera sea la forma que tome para ti, creo que todos inevitablemente vamos aprendiendo que amar implica ser el propio padre/madre interior, aquel que, los hayamos tenido o no en nuestra historia personal, merecemos y necesitamos.

Es ese que prioriza a largo plazo, que aprende a ponerse y a poner límites, aquel que te manda a la cama cuando quieres seguir pasando el rato en Instagram, el que te recuerda que esa comida te hace daño, quién baja las barreras para pedir y recibir ayuda, aquel que se reconoce frágil, vulnerable y también poderoso y capaz.

Cuando uno se habita desde el adulto interno, ya no necesita buscar encajar o pertenecer, se sabe suficiente y a la vez va haciendo las paces con la propia insuficiencia.


Hoy que la vida me encuentra madre y joven adulta, no dejo de recordarme que la calidad de lo que le entrego a mi hija, a mi hogar, a mis seres queridos y a los pacientes/clientes que atiendo en consulta es lo que soy capaz de proveerme.

Amarse no es una cosa cliché o banal, recuérdalo siempre: UNO SE AMA, SE CUIDA Y SE HACE CARGO DE SÍ MISMO TAMBIÉN POR RESPONSABILIDAD SOCIAL.


Puede que desde tu particularidad algo de este compartir resuene en tu interior. Al final del día, todos, de una manera u otra, compartimos camino. En el dolor, en la dicha y la desdicha, desde todos los rincones, podemos llegar a tomarnos de la mano.


Para apoyarte a que observes cómo esto se juega en ti te pregunto:

  • ¿Qué representa el maternarte y paternarte para ti?

  • ¿Hubo alguna experiencia que tergiverso e impacto en tu forma de darte amor?

  • Hoy en día, ¿Cómo se traduce de manera concreta el amarte, cuidarte, honrarte y respetarte? Te invito a anotar las 3 formas/actividades que te vengan en este instante.

Feliz y bendecido resto de día donde quiera que estes.


Dai Camargo, para Equilibrium Blog

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